El 2019 la ciudadanía irrumpió con fuerza, reclamando con una claridad inédita el lugar que le corresponde, diciendo que basta de abusos y que nunca más este país se podía dirigir de espaldas a la gente. La movilización ciudadana que emergió a propósito de la acción de protesta de las y los estudiantes, impugnó el abuso de unos pocos sobre las mayorías.
Con todo, la amplitud de demandas que acompañaron las movilizaciones mostraron el agotamiento del sistema político chileno y su incapacidad de actuar en favor de los intereses de la ciudadanía en vez del de unos pocos. Rápidamente la ciudadanía, tanto en la calle como los distintos movimientos sociales, acusaron que lo que Chile necesitaba era rayar la cancha de otra forma: tenemos que construir reglas en las que quepamos todos y todas. La manifestación masiva y transversal del pueblo chileno dio el puntapié inicial para un proceso constituyente democrático por primera vez en la historia nacional. Este comenzó en las calles, en cabildos y las asambleas organizadas por vecinos y vecinas. Para seguir cambiando la historia, ahora tenemos que ganar el plebiscito: si no fue en abril, será en octubre.
La pandemia de coronavirus ha retrasado el plebiscito, pero no ha suspendido el proceso constituyente. A pesar de que ha separado físicamente a la gente, sigue habiendo muchísima cercanía social. Las comunidades organizadas de los barrios y edificios de todo Chile siguen apoyando a cada uno de sus vecinos y vecinas, quienes siguen participando activamente, de modos novedosos, en la movilización social por una nueva Constitución. Por otro lado, la pandemia ha revelado las carencias de un Estado que llega tarde y mal, así como de la impunidad de los abusos e injusticias que la Constitución del abuso nos legó.
Después de 40 años y meses de cuarentena, Chile tiene la oportunidad de volver a encontrarse. La Constitución del abuso lleva 4 décadas facilitando a los mismos de siempre que gobiernen, más allá de la voluntad de la ciudadanía. Un anti pacto social que protege los negocios sobre el agua, la salud, la educación y las pensiones. Que es maximalista para proteger la propiedad, pero minimalista para proteger el medio ambiente y nuestra vida. Una Constitución que fue diseñada por un panel de hombres, entre 4 paredes, ratificada en una votación en la que no habían padrones electorales y en un contexto de violaciones masivas de derechos humanos por parte del Estado.
Chile entero se enfrenta a la posibilidad de cambiar el rumbo de su historia para crear, por primera vez, una democracia y un país nuevo, hecho por y para todos y todas. Una Constitución que, haciéndose cargo de las injusticias del pasado, ponga las bases de la construcción y la mirada para el Chile del futuro. Unas nuevas reglas del juego, escritas por primera vez por todas y todos nosotros, diseñadas para que sea la ciudadanía la que gobierne y no la Coalición del Abuso. Un nuevo pacto social que termine con los abusos y los privilegios. Una Constitución que le ponga fin al lucro con nuestra educación, pensiones y salud. Que nos permita recuperar el agua para Chile y proteger el medio ambiente para las generaciones que vienen.

Todas las imágenes son de @fotografoencampana